Por: Verónica González
De Areíto Arte Acción
Ese
día iba a dar un taller y termine dando tres. Cómo paso esto, pues muy fácil. La gente de la comunidad de
Coyolillo está tan ávida de conocimiento y actividades que fue muy fácil armar
tres talleres el mismo día. Uno muy formal que preparé ya desde días antes con
el fin de impartirlo a niños de la comunidad y otros dos que se improvisaron en
ese domingo que fui con Areito Arte Acción a Coyolillo.
Claro
que hubo más actividades y experiencias que no borraré de mi corazón pues la
gente de ésta comunidad es abierta y amable, pero sobre todo son maestros de
solidaridad y humanidad. Sin afán de minimizar las demás experiencias me enfocaré
a contarles la mía como tallerista ese día.
El
primer taller lo di en la pequeña biblioteca de la casa de cultura. Sólo con el
grupo de niños especiales, les pedí que
dibujaran sobre su cabeza en una hoja blanca cómo imaginaban su rostro, quede
sorprendida al ver como los niños hacían su mejor esfuerzo, después entre todos,
fuimos creando la atmósfera de una
historia guiada en la que con sus dedos y palmas iban creando la lluvia en un
bosque. Me gustó mucho este primer acercamiento pues así pude conocerlos y
darme cuenta que sus capacidades especiales realmente eran inadvertidas en
comparación con su alegría, entusiasmo y sonrisas. Makame Lara también de
Areíto tomó varias fotos del taller, mientras los otros colectivos en comitivas
hicieron los preparativos para las actividades de la tarde. Unos preparaban la
tierra para las camas reconstruir el huerto y para las semillas del taller de
semilleros con botes de plástico; y otros
la comida que después compartiríamos con algunas personas de la comunidad.
Llegó
la hora de la comida y aunque no tan
sustanciosa se veía suculenta. Las madres de los niños no
se quedaron atrás y llegaron con arroz, tamales y salchichas para completarla.
Después
de un breve descanso nos avisaron que la gente ya estaba más que puesta
esperándonos en la plaza. Llegamos e instalamos las cosas que ocuparíamos en el
espacio. Varias niñas llegaron a preguntar por el taller que le tocaba a Areito
Taller de autoconocimiento corporal y la
danza de los cinco ritmos. No tenía muchas expectativas, pero sí mucha
ansiedad de impartirlo. Antes del taller ya estaban otras actividades abiertas.
Primero el taller que Fundación Valentina dio de reciclado para crear artes,
collares y pulseras, todos estaban ahí. Después empezó el taller de semilleros
por Sembrando Rebeldía y Miserables Libertarios donde niños y mujeres aprendían
como aprovechar los botes de plástico para sembrar. Finalmente llegó la hora de
mi taller, Esther Castro, Ixchel Castro, Gabo Pérez, Makame Lara, Rodrigo y
Alegría (Loukaniko y los perros) me ayudaron a terminar de organizar el
espacio. La noche cayó y con esto la luz disminuyó, un vecino nos prestó un
foco que alcanzó a iluminar a todos los que ya estábamos preparados para
empezar. Primero se acercaron unos cuantos, luego más y más y bueno el espacio
ya estaba lleno.
Primero
repartimos una barra de plastilina a cada niño y un pedazo de tela. Pedí a los
niños que se taparan los ojos y que empezaran a hacer su cuerpo como ellos lo
concebían, después todos pusieron su muñeco en una hilera en medio del espacio
para que los demás los vieran. Cada cuerpo es tan diferente y lleno de
posibilidades incluso en los cuerpos que para la sociedad tienen capacidades
diferentes. Después comenzó la música y los niños probaron el ritmo fluido que
Gabriell Roth propone en su teoría de danzaterapia los cinco ritmos, esta técnica busca reincorporarnos a los ritmos
que la naturaleza marca en el universo. Cada cuerpo es un universo y en él existe
la información de la naturaleza. No necesitamos ir más allá para realmente
conocernos y entendernos. Los niños y nosotros bailamos al ritmo del fluido del
agua, de mar de un río. La música a cargo de Jesús Alegría fue subiendo al
ritmo del yembé y los cuerpos se alocaron, se desfogaron y bailamos a la luz de
la luna que alumbraba Coyolillo. Finalmente un canción para moverse libremente
y la rueda de fiesta se armó. Todos brincamos, gritamos y las sonrisas se
dibujaron grandes y francas.
Finalmente
llegó el momento de la lectura dramatizada de Zongoro Bailongo libro de cuentos del maestro Zeferino, donde por medio de anécdotas con animales se
narra el nacimiento y creación de cada uno de los instrumentos del son Jarocho.
Leovigilda, Ranulfa, Zancudiermo y por solo mencionar algunos fueron
interpretados por Areito Arte Acción y Loukaniko y los perros, para dar vida a
ese maravilloso relato.
Ir a
Coyolillo fue una experiencia genuina en mi vida y me atrevo a decir que para
los demás igual, pero esto sólo es el comienzo pues ahora ya somos parte de una
red, comunidad, grupo, como lo quieras llamar, de personas entre las que
estamos permacultores, músicos, teatreros, malabaristas, maestras, mamás,
maestras jubiladas y niños/ niñas, que tenemos como propósito seguir
colaborando con muchos granitos de arena para que ésta no sea una comunidad olvidada.
Es claro que nosotros no resolveremos lo que como sociedad y gobierno no se ha
hecho en mucho tiempo, pero sin bandera, credo, religión ni preferencia por y
para nosotros y los que estemos en el camino seguiremos adelante
P.D:
−¡Jejeje!−no les conté sobre el tercer taller ese se lo debo a Feli y a Leo
quienes sorprendidos por una colchonetas que nos prestaron para dar el taller
se pusieron a dar machincuepas para atrás y para adelante y bueno ahí el tercer
taller donde varios niños se acercaron y con mi poco conocimiento de las
rodadas nos divertimos como enanos.
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